La inexistencia del silencio.
4′33″
En palabras de Cage: la pieza está conformada por una organización de silencios y sonidos. Es decir que para él, ese silencioso espacio que usualmente separa melodías también es utilizable para componer. Y de alguna forma esos silencios contienen en sí mismos los movimientos de lxs músicxs, el sonido ambiente, las partituras que se mueven, los aplausos, las risas, las toses, la respiración. Ésto lleva al compositor a la conclusión de que todo lo que hacemos, incluyendo los ruidos que provocamos, puede considerarse música. Si realizar una composición musical es combinar sonidos en un tiempo determinado, entonces podemos revalorizar este concepto y abrir sus fronteras.

Al presentarlo en un escenario permite una atención distinta. Una percepción atenta que no lograría sin ponerla en esos ambientes sagrados para la academia. El compositor juega con que lx oyente no sepa que va a pasar después. Genera una ruptura con las composiciones que acostumbraban tener un esquema que no buscaba sorprender tajantemente sino a lo sumo acrecentar alguna emoción, pero siempre dentro de las reglas musicales tradicionales. La sorpresa del público aquí es clave puesto que se aprovecha el código clásico de espectador y músico para lograr descolocar las expectativas.

Resulta llamativo el acto performático de sentarse frente a un piano y esperar que pase algo. ¿Esperar qué? ¿Quién espera, lx intérprete o nosotros? ¿Por qué estamos entrenados como oyentes a reaccionar así? Cage nos hace prestar atención al presente: hace que, en la anticipación, exploremos y valoremos ese silencio y le demos la importancia que se merece. Porque al fin y al cabo, como ocurría con las películas de Martel, el silencio no es silencio, es ruido también en cuanto exista algo que suene, ya sea el viento o una respiración leve. Lo audible en el silencio, es garantizado por el simple hecho de existir en un espacio y no en el vacío.

"La experiencia del sonido es la experiencia del silencio. Y el silencio es en casi todas partes del mundo hoy día, tránsito"
John Cage, Documental "Écoute", 1991.
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Para el ejercicio, grabé 60 segundos en dos ambientes distintos. Esto me permitió notar que incluso eso que consideramos silencio cambia de acuerdo al espacio y tiempo. No es lo mismo entonces, el silencio en la cocina (1), con la heladera y el reloj en funcionamiento, que en el pulmón del edificio (2) que recopila los sonidos distantes de la calle y el golpe de las gotas en las baldosas.
Una de las deficiciones que la RAE da del Silencio son: "absentción de hablar y falta de ruido".
De manera que para entender qué es el silencio debemos primero reconocer qué consideramos sonido o ruido, que segun el diccionario es la "Sensación producida en el órgano del oído por el movimiento vibratorio de los cuerpos, transmitido por un medio elástico, como el aire".
Entonces todo objeto o cuerpo en movimiento genera consecuentemente un sonido, es decir, mientras exista movimiento existe algo sonoro.
Teniendo esto en cuenta creo que por momentos, existe el silencio más como concepto que como absoluta realidad. O al menos si existitese no podríamos percibirlo puesto que nuestra misma precencia como oyentes generaría sonido (como le ocurrió a Cage en la cámara anecoica en 1951). Quizás conceptualmente eso que llamamos silencio no es más que la ausencia de ruido facilmente perceptible o notable. Como ocurre por ejemplo, con los latidos de nuestro corazon que provocan sonido pero no es facilmente audible (se requieren aparatos o apoyar el oido en la zona del pecho). Es decir que requiere de nosotros una atención consciente y específica.
Y creo que eso, además de depender de la capacidad auditiva que tiene nuestro cuerpo, va a variar según cómo culturalmente entrenamos nuestro oído y cómo prestamos atención a lo que nos rodea.
El estado presente de la acción de esperar.
Escucha del 2º movimiento en habitación, con parlantes (a las 17hs aproximadamente).
“si una cosa os aburre durante dos minutos, intentadlo con cuatro. Si todavía os aburre, intentadlo con ocho, dieciséis, treinta y dos, y así sucesivamente. Puede que no sea aburrido, sino todo lo contrario”.
Prestar atención a una acción que parece ser aburrida. Entender el valor que tiene en cuanto ocupa un tiempo determinado y dar cuenta que la reiteración de dicha acción permite que una cosa exista en agrupaciones y establezca relaciones de sentido.
Reconocer la diferencia de sonidos que surgen de la rutina de cepillarse los dientes, o las variables de diseño que aparecen en un papel perforado no una vez, sino cientos de veces. Descubrir que la repetición de formas y acciones se da en toda la vida, tanto en los procesos biológicos celulares, como en las conductas humanas.
Perder la forma humana.
Me grabe respirando. Luego reproduje en parlantes lo obtenido y mientras tanto volví a grabar. Repetí la acción unas cinco veces más logrando un archivo nuevo y muy diferente al primero. Sin tener que recurrir a un editor de audio, el sonido fue distorsionándose, se volvió menos reconocible, parece ahora más mecánico y menos humano.

No pretendo aquí tomar de forma peyorativa a la existencia de la copia, sino tratar de entender la irremediable situación híper virtualizada actual y pensar qué es lo que ocurre dentro del mundo digital: ese espacio no espacial que difumina el límite entre la existencia y la no existencia. Un espacio lleno de información flotante de los que fuimos y somos.

¿Cuánto de nosotros queda en las grabaciones? Y en todo caso, ¿Cuánto de lo que inicialmente fue mi respiración quedó en la ultima grabación? ¿Hasta qué punto se puede decir que la que suena en el archivo de audio soy yo? ¿No será acaso, que mi presencia va perdiéndose al regenerarse como una nueva versión de la anterior versión y así sucesivamente? Si digo que hasta el archivo final, se perdió gradualmente toda forma humana, estoy dando por sentado que la primera grabación tiene algo de esa forma. Eso no es enteramente cierto: Entonces ¿Comienzo a perder la forma humana desde que empiezo a grabar?